miércoles, 23 de septiembre de 2009

Javier Menéndez Llamazares autor de El método Coue


1.¿Cómo nació esta novela? Dices en la dedicatoria que a tu madre le habría gustado escribirla.

Me gustaría poder decir que fue un lento proceso de decantación, que la historia estuvo en mi cabeza hasta adquirir forma de novela y que salió por sí sola cuando finalmente estuvo lista. Me gustaría, pero realmente no fue así. Y no lo fue, porque hubo un momento que desencadenó la escritura. Esa chispa surgió cuando nos vimos obligados a desmontar la antigua casa de mis abuelos, y cada miembro de la familia quiso quedarse con algún recuerdo material. Yo tenía muy claro lo que quería: la antigua fotografía que tenían en el salón. Y cuando la tuve en mis manos, mientras miraba a aquellos dos desconocidos tan familiares, no tuve otro remedio que contar su historia. Algo que mi madre también habría querido hacer, por supuesto. Para ella era algo aún más personal: había conocido a los protagonistas y era, en cierto modo, parte de la historia.

2. ¿Cómo fue la etapa de documentación de esta novela? Son muchos los datos que manejas.

Larga, muy larga. E intensa. Pero es que hay que entender que los datos que yo manejaba eran realmente escasos: apenas una historia de trasmisión oral, que puede resumirse en diez minutos, y un puñado de testimonios personales teñidos de nostalgia y leyenda. Más el hecho de que yo no sabía prácticamente nada del marco histórico. Afortunadamente, pertenezco a una generación que ignora alegremente los grandes desastres del siglo XX. Así que me planteé ambientar la novela del mejor modo posible, y dediqué casi un año a investigar los entresijos de la guerra civil, de la postguerra, de la Alemania nazi, del intramundo falangista, de la aviación de la época, etc. Pero lo realmente complejo fue utilizar después todo ese corpus de información, ir dosificándola para no lastrar demasiado el ritmo de la historia, y no convertir el libro en un compendio de curiosidades.

3. Haces una advertencia al principio, antes de comenzar a leer la novela. ¿Por qué la creíste necesaria? ¿Para los lectores habituales el hecho de que sea una “novela” no es suficiente?

Me costó mucho poder incluir ese caveat lector; el editor mantenía precisamente esa opinión, la de que las novelas son, por definición, ficción. En este caso, sin embargo, yo había mezclado voluntariamente hechos ficticios con personas de carne y hueso. Creo que el lector tenía derecho a saber que ni todo era verídico, ni todo era inventado. Especialmente en este caso, pues todos sabemos cómo funciona el mercado editorial, y yo era perfectamente consciente de que, en algún momento, aparecería una frase promocional asegurando que se trataba de una historia "basada en hechos reales".

4. La novela arranca con la vuelta de Manuel Llamazares como héroe a su León natal ¿Tan esperpénticos éramos los españoles en el año 1944?

No, éramos aún peores. Durante la investigación me encontré con un dato muy revelador: pese a la idea, tan extendida, de que en aquellos años se pasó hambre por culpa de la pertinaz sequía y de las consecuencias de la guerra, lo cierto es que las cosechas fueron muy buenas. Lo que falló es que el gobierno no conseguía combustible, y no podía abastecer a la población. Contado así, parece cómico, pero sufrir aquel tiempo tuvo que ser grotesco. Claro que habrá opiniones para todos, porque no faltaba a quien le iba realmente bien en medio de aquella miseria.

5. ¿Crees que a los españoles nos cuesta vernos como héroes de guerra (o identificarnos con ellos) en esas fechas cuando parecía que todo heroísmo a nivel mundial lo habían acaparado los aliados?

Hay que tener en cuenta que España se acostó germanófila -por no decir directamente "pronazi"-, y se levantó aliadófila. En aquel momento no interesaba ya resaltar nuestros "pecadillos", sino ponerse a bien con el vencedor. Un proceso que, por cierto, tuvo que resultar muy difícil, pues los aliados no dejaban de ser los mismos que nos quitaron Cuba y los que ocupaban Gibraltar, dos heridas muy sangrantes en aquella época. Hoy día, y sin entrar en consideraciones ideológicas, podríamos estar tentados de pensar que a aquellos españoles se les robó la gloria. Pero ya sabemos que la historia siempre la escriben los vencedores.

6. ¿Cómo te encontraste con el método de Émile Coué y como llegó a convertirse en el nombre de tu novela?

Hay dos rasgos fundamentales que definen, como personaje, a Manuel Llamazares: la testarudez y el optimismo. Y eso es precisamente lo que ofrece el método Coué: la esperanza de cambiar la realidad mediante la voluntad. Cuando Émile Coué hizo públicas sus teorías, no se le tomó muy en serio. Yo las descubrí precisamente por eso: en una monografía alemana de los años cuarenta encontré una mención muy despectiva a la "teoría de Coué". En cuanto investigué sobre el tema, quedé absolutamente fascinado por la propuesta de Coué.

7. ¿Qué le debe “El método Coué” al cine? Muchas de las escenas tanto las bélicas como las de cercanía de personajes son muy cinematográficas.

El cine y la literatura utilizan lenguajes que son parcialmente intercambiables. Y ambos toman del otro cualquier elemento que les pueda beneficiar. No ocurre sólo entre estas dos disciplinas: también la música o el cómic interactúan con la literatura, porque todo es válido a la hora de contar una historia, que es de lo que se trata. Lo que no se puede pretender es ignorar los recursos que están a nuestro alcance, y escribir como si todavía viviéramos en el siglo XIX. De todos modos, no creo que sea un fenómeno que me afecte sólamente a mí: a todos, en mayor o menor medida, nos influye la dialéctica de lo audiovisual, porque forma parte de nuestra realidad cotidiana. Y no es ni bueno ni malo; simplemente, es así.

8. Manuel vive su particular “guerra” con el amor y parece que al final ganó ¿Te parece el amor un conflicto?

No creo que sea, exactamente, una guerra. Manuel persigue la felicidad, y el amor es uno de sus componentes fundamentales. Y le pasa lo que a todo el mundo: a veces sale bien y a veces no. Pero, si el mundo a tu alrededor se ha vuelto completamente loco y se ha entregado a una orgía de autodestrucción, entonces el amor se vuelve más necesario que nunca. ¿El amor como conflicto? Bueno, cada uno tiene sus intereses, sus expectativas y sus preferencias. Lo complicado -y lo mágico- es conseguir que dos personas encajen.

9. Cuando Manuel se instala con “La chica” en aquella “mancebía”, con cámaras y micrófonos típicos de la Gestapo dice de los escritores que es mejor “no llegar nunca a la persona. Porque siempre, siempre te decepcionan”. ¿Qué piensas sobre esto?

Imagino que le habrá ocurrido a mucha gente: lees un libro, escuchas una canción o admiras un cuadro y automáticamente piensas que el autor debe de ser una persona excepcional. Y luego, cuando conoces al creador, te das cuenta de que tiene defectos, o incluso que es un ser despreciable. Y es que proyectamos las virtudes de una obra en la persona que la ha creado, lo que es una atribución errónea. No es que opine que todos los escritores sean unos cabrones, si no que hay que acercarse a ellos como a cualquier otra persona, dejándose de reverencias.

10. Cuéntanos un poco de la historia de cómo llegó “El método Coué” a Editorial Funambulista.

De la manera más inesperada; yo había terminado el libro pero no tenía editor. Mientras buscaba uno, puse en mi blog un anticipo de la novela, los primeros cinco capítulos, que cualquiera podía descargarse. Entonces, por cuestiones laborales, tuve contacto con algunos editores literarios, y en mis correos electrónicos solía incluir al pie, junto a la firma, un enlace a mi blog. Sorprendentemente, un día me escribió Max Lacruz, el director de Funambulista; había descubierto el avance de la novela y me pidió que le enviara el resto del manuscrito. En tres días me llamó por teléfono: no había acabado el libro, pero quería publicarlo. A mí me sorprendió tanto que le dije que mejor lo leyera entero, por si acaso luego se arrepentía. Unos días después, me envió un mensaje que decía "El final también me gusta", y que adjuntaba un contrato de edición.

11. Tus personajes fluyen con la historia, entran y salen sin forzar la historia, no se imponen se presentan y viven ¿Bajo qué influencia literaria dirías que te encuentras?

A mí me gusta pensar que estoy dentro de la (reciente) tradición de narradores leoneses. Mi forma de narrar y mi afición por lo insólito tienen mucho que ver con la pasión de los libros de Juan Pedro Aparicio y José María Merino. Creo que hay algunas conexiones entre mi libro y "El año del francés", por ejemplo. Y hay una tendencia irrefrenable hacia la ironía que creo que me la ha contagiado Luis Mateo Díez, es el escritor en castellano que más me ha influído. Pero también me siento deudor de otros muchos autores, por supuesto: adoro a Giovanni Guareschi y a Tabucchi. Y he aprendido mucho de John Irving. Más allá de estas influencias, no me veo en ninguna corriente literaria. Además, todo eso me sobrepasa; no sé que es el afterpop ni el ciberpunk ni nada de eso. A mí me interesan los buenos libros, nada más.

12. Esta historia tiene su germen en la oralidad, viene de lejos en la familia ¿Cuál es tu relación con la oralidad?

Bueno, yo soy un chico de los ochenta; cuando me hablan de filandones, de tradición oral, de etnografía y cosas así, me suena todo muy lejano. Nosotros crecimos con la tele y la LODE. La relación con lo literario es practicamente siempre a través de la escritura. Sin embargo, la oralidad nunca desaparece del todo: está en las leyendas urbanas, en los chistes... en todos los recursos sociales que escapan del control mediático. Pero esta historia, como ocurre con todas las que se conservan por tradición oral, tenía tanta fuerza que fue capaz de llegar hasta mí, aunque lo hiciera nadando contracorriente.

Pedro Crenes


RESEÑA DEL LIBRO




domingo, 13 de septiembre de 2009

Álvaro Colomer - Los Bosques de Upsala


















1.- Esta es su tercera novela después de ‘La calle de los suicidios’ y ‘Mimodrama de una ciudad muerta’, y la tercera también donde aborda el tema de la muerte, en este caso desde la perspectiva del suicidio. ¿Siente que cierra una trilogía sobre este tema?

La creación de la ‘Trilogía de la muerte urbana’ es casual. Quiero decir que, cuando escribí la primera de las tres novelas, no era consciente de que estaba iniciando una trilogía. Sin embargo, cuando abordé el tema de la segunda novela, que giraba en torno a la vida en las interioridades de un tanatorio, me di cuenta de que casi ningún autor estaba hablando de un modo riguroso sobre la ocultación de la muerte que se lleva a cabo en las grandes ciudades. Y esa omisión me interesó mucho.

2.- ¿Qué aspectos son los que más le interesa explorar acerca del suicidio en Los bosques de Upsala?

Mi intención ha sido destacar un aspecto de nuestra sociedad que me parece desolador: el suicidio como muerte ignorada. Pese a ser la forma más desoladora de morir de cuantas existen, el ciudadano medio tiende a ignorar el suicidio. Es un tabú del que se prefiere no hablar. La actitud normal en un ser humano es negar la posibilidad del suicidio tanto de sí mismo como de los demás. Y eso hace que, cuando la gente se quita la vida, los de su alrededor tiendan a no hablar del modo en que esa su pariente, amigo o pareja murió.

3.- ¿Hasta qué punto considera que una historia tan sombría como ésta sea también una historia de amor, de amor propio y de pasión amorosa?

‘Los bosques de Upsala’ es, por encima de todo, una historia de amor. Una historia de amor extrema, radical, tenebrosa. Pero historia de amor a fin de cuentas. Porque muchos suicidas, aun cuando odien la vida, tienen una sensibilidad extraordinaria. A menudo dicha sensibilidad es la que les lleva al suicidio, ya que no soportan el dolor, la soledad y la miseria que detectan por todas partes. Igualmente, los familiares de los suicidas se quedan con un sentimiento amoroso muy intenso en sus corazones. Un sentimiento de amor que se ve incrementado por la incomprensión que queda en su interior por el acto cometido por el suicida.

4.- ¿Cómo se documentó, tanto en temas relativos al suicidio como a aquellos de índole entomológica, para escribir esta novela?

Mi faceta periodística me permite acceder a muchos temas que, en algunas ocasiones, acabanconvirtiéndose en novelas. Hace algunos años la revista Interviú me encargó hacer un reportaje sobre la primera colonia de mosquitos tigre detectada en España. Para realizar aquel reportaje contacté con entomólogos que llevaban años buscando a ese mosquito. Me pareció una labor fascinante. De ahí saqué la idea para convertir a mi personaje principal, Julio, en un entomólogo cuya labor consiste en buscar el primer ejemplar de mosquito tigre en España.
El otro tema, el del suicidio, nació espontáneamente. Era un tema que me interesaba desde hacía años. Para documentarme contacté con Carmen Tejedor, la experta en suicidios más importante de España, ubicada en el Hospital Sant Pau de Barcelona. Un día me pidió que hiciera un documental sobre el tema para uso interno del hospital. Acepté encantado, entre otras cosas porque eso me permitió adentrarme en la problemática del suicidio de un modo mucho más eficaz. Ese documental –hoy de uso cotidiano en todos los hospitales psiquiátricos de España- me ayudó a comprender cómo funciona la mente de un suicida.

5.- ¿Cree, como lo hace en determinado momento Julio, que estamos rodeados de suicidas en potencia, la mayoría controlados por antidepresivos u otros elementos como la televisión o el alcohol, por ejemplo?

Las estadísticas demuestran que el suicidio es mucho más frecuente de lo que podemos sospechar. Es la primera causa de muerte violenta en el mundo, muy por encima del homicidio o incluso los accidentes de tráfico. Cada día se suicidan 2.233 personas en el mundo, 1 cada 40 segundos, por tanto una media de un millón de personas al año; por el contrario, cada día se cometen 1.424 homicidios, 1 cada minuto, y hay 849 muertos por conflicto armado, 35 cada hora. En España hay 3.500 personas que se suicidan cada año, frente a 400 homicidios y 6.000 muertos por accidente de tráfico.

Y todavía hay más datos que responden a su pregunta: por cada suicidio consumado, hay 30 intentos de suicidios fracasados. Es decir, que por cada persona que muere, hay 30 que han intentado morir. Si en España tenemos 3.500 suicidas al año, tenemos a unas 100.000 personas que lo intentan durante ese mismo periodo de tiempo. Es una cifra escalofriante que hace pensar que sí, que estamos rodeados de depresivos y suicidas en potencia. Además, según las estadísticas, de esas 100.000 personas, un 12% habrán logrado suicidarse en el plazo de diez años respecto a su primer intento, y una de cada tres volverá a intentarlo en breve. Hablando con claridad: el suicidio es la gran epidemia del siglo XXI.

6.- ¿Cuánto de crítica social, pero también de confesión, de ficción y de realidad, hay en su novela?

Lógicamente, esta es una pregunta trampa. Entiendo que mis nueve años dedicándome a abordar el tema de la muerte desde distintas ópticas pueda hacerme parecer un escritor algo macabro. Pero mi condición de escritor me permite tomar distancia con los temas más oscuros del alma humana.
Hace poco leí una declaración del escritor Haruki Murakami. Decía que su condición de escritor le
permitía descender hasta el subconsciente y regresar al exterior sin problemas. Estoy absolutamente de acuerdo con estas palabras.

7.- ¿De qué temas, piensa, no queremos hablar nunca las personas? ¿Son esos temas, precisamente, sobre los cuáles le interesa hablar?

Las personas no quieren hablar de la muerte y, claro, un día llega la muerte y nadie está preparado para recibirla. Si habláramos abiertamente de ese tema, la aceptaríamos con más naturalidad.

8.- Al abordar temas como la muerte, la soledad o la locura en tus libros, ¿cuál piensa que es el terreno del cual se debería encargar la literatura –la suya al menos- en estos días?

No tengo ninguna idea concreta sobre cómo debe ser la literatura o, mejor dicho, creo que la literatura debe abordar absolutamente todos los temas, desde los más absurdos hasta los más serios. Por eso respecto a los autores de todas las cuerdas: literatura negra, literatura pop, literatura posthumana, literatura ciberpunk.... Sin embargo, creo que hay una literatura que debería de ser más tratada y que, sin embargo, abordan muy pocos autores españoles de mi generación. Esa literatura estaría cercana a lo que hace cincuenta años llamaban ‘literatura del compromiso’. Me refiero a una literatura que pretenda afectar a la realidad, que cree debate, que aborde cuestiones de las que la prensa no se hace eco de un modo sincero. Creo que los autores de mi generación se inclinan hacia ciertas corrientes estéticas o experimentales de enorme interés metaliterario, pero de poco interés para los lectores normales y corrientes. Mi interés está en la gente de la calle, no en la gente de mi círculo laboral.

9.- David Foster Wallace escribió que la literatura debía cumplir con la misión de perturbar a quienes están en paz y ofrecerle consuelo a quienes la han perdido. ¿Comparte esa visión?

Suscribo totalmente esta idea de la literatura. De hecho, puedo afirmar sin ningún tipo de pudor que toda mi obra de ficción se basa en esa idea: perturbar a quienes están en paz y ofrecer consuelo a los que perdieron la paz. En este sentido, ‘Los bosques de Upsala’ pretende dar una explicación a los familiares de los suicidas. Durante la investigación de este libro hablé con muchas personas que habían perdido a familiares por culpa del suicidio. El sentimiento de abandono de estos parientes es extraordinario. Existe un tabú enorme respecto al tema del suicidio, un tabú que hace que la gente que perdió a familiares por culpa del suicidio no pueda en algunos casos ni mencionar la palabra suicidio.

He conocido a gente que no puede mencionar esa palabra porque tienen un bloqueo mental al respecto y porque les avergüenza reconocer que tienen un suicida en su familia. Mi trabajo pretende rendir homenaje a cuantas familias sufren en su seno ese problema. Y, por el otro lado, también quiero ‘perturbar a quienes están en paz’, es decir, explicar a la gente que hay una gran parte de la población que tiene pensamientos suicidas o que sufre las consecuencias de esos pensamientos en sus familiares.

Quiero que la gente se entere de eso y que, de una vez por todas, exijan al gobierno que tome cartas en el asunto. Porque el suicidio tiene tratamiento médico. Si el gobierno hiciera campañas al respecto, campañas tan severas como la que se está haciendo contra los accidentes de tráfico, el 95 por ciento de las personas con pensamientos autolesivos dejarían de tenerlos.

10.- ¿Qué dirección piensa tomar a partir de ahora en tu narrativa?

Lo cierto es que tengo muchas ganas de abandonar el tema de la muerte, al menos de un modo directo. Quiero decir que deseo alejarme de los personajes que tengan un contacto muy directo con la muerte, bien sea porque trabajan en oficios vinculados con la misma, bien sea porque piensan continuamente en ella. Fíjese que las tres novelas de la ‘Trilogía de la muerte urbana’ están escritas en primera persona. Esto significa que, durante nueve años, he tratado de ponerme en la piel de personas que no hacen más que pensar en la muerte. Este ejercicio ha sido en parte doloroso, aun cuando no me haya afectado de un modo especial. En ese sentido, me hago propias las palabras de Thomas Bernhard: ‘No pienso en absoluto en la muerte, pero la muerte piensa constantemente en mí’. Ahora, nueve años después de haber iniciado este proyecto, quiero mirar la vida desde otra perspectiva. Por eso estoy empezando atorcer la mirada hacia la guerra. Sé que puede parecer que escribir sobre la guerra es escribir, de nuevo, sobre la muerte. Pero no es cierto. En la guerra se extreman todas las emociones, desde las positivas (amor, amistad, honor) a las negativas (destrucción, dolor, de nuevo muerte).