domingo, 13 de septiembre de 2009

Álvaro Colomer - Los Bosques de Upsala


















1.- Esta es su tercera novela después de ‘La calle de los suicidios’ y ‘Mimodrama de una ciudad muerta’, y la tercera también donde aborda el tema de la muerte, en este caso desde la perspectiva del suicidio. ¿Siente que cierra una trilogía sobre este tema?

La creación de la ‘Trilogía de la muerte urbana’ es casual. Quiero decir que, cuando escribí la primera de las tres novelas, no era consciente de que estaba iniciando una trilogía. Sin embargo, cuando abordé el tema de la segunda novela, que giraba en torno a la vida en las interioridades de un tanatorio, me di cuenta de que casi ningún autor estaba hablando de un modo riguroso sobre la ocultación de la muerte que se lleva a cabo en las grandes ciudades. Y esa omisión me interesó mucho.

2.- ¿Qué aspectos son los que más le interesa explorar acerca del suicidio en Los bosques de Upsala?

Mi intención ha sido destacar un aspecto de nuestra sociedad que me parece desolador: el suicidio como muerte ignorada. Pese a ser la forma más desoladora de morir de cuantas existen, el ciudadano medio tiende a ignorar el suicidio. Es un tabú del que se prefiere no hablar. La actitud normal en un ser humano es negar la posibilidad del suicidio tanto de sí mismo como de los demás. Y eso hace que, cuando la gente se quita la vida, los de su alrededor tiendan a no hablar del modo en que esa su pariente, amigo o pareja murió.

3.- ¿Hasta qué punto considera que una historia tan sombría como ésta sea también una historia de amor, de amor propio y de pasión amorosa?

‘Los bosques de Upsala’ es, por encima de todo, una historia de amor. Una historia de amor extrema, radical, tenebrosa. Pero historia de amor a fin de cuentas. Porque muchos suicidas, aun cuando odien la vida, tienen una sensibilidad extraordinaria. A menudo dicha sensibilidad es la que les lleva al suicidio, ya que no soportan el dolor, la soledad y la miseria que detectan por todas partes. Igualmente, los familiares de los suicidas se quedan con un sentimiento amoroso muy intenso en sus corazones. Un sentimiento de amor que se ve incrementado por la incomprensión que queda en su interior por el acto cometido por el suicida.

4.- ¿Cómo se documentó, tanto en temas relativos al suicidio como a aquellos de índole entomológica, para escribir esta novela?

Mi faceta periodística me permite acceder a muchos temas que, en algunas ocasiones, acabanconvirtiéndose en novelas. Hace algunos años la revista Interviú me encargó hacer un reportaje sobre la primera colonia de mosquitos tigre detectada en España. Para realizar aquel reportaje contacté con entomólogos que llevaban años buscando a ese mosquito. Me pareció una labor fascinante. De ahí saqué la idea para convertir a mi personaje principal, Julio, en un entomólogo cuya labor consiste en buscar el primer ejemplar de mosquito tigre en España.
El otro tema, el del suicidio, nació espontáneamente. Era un tema que me interesaba desde hacía años. Para documentarme contacté con Carmen Tejedor, la experta en suicidios más importante de España, ubicada en el Hospital Sant Pau de Barcelona. Un día me pidió que hiciera un documental sobre el tema para uso interno del hospital. Acepté encantado, entre otras cosas porque eso me permitió adentrarme en la problemática del suicidio de un modo mucho más eficaz. Ese documental –hoy de uso cotidiano en todos los hospitales psiquiátricos de España- me ayudó a comprender cómo funciona la mente de un suicida.

5.- ¿Cree, como lo hace en determinado momento Julio, que estamos rodeados de suicidas en potencia, la mayoría controlados por antidepresivos u otros elementos como la televisión o el alcohol, por ejemplo?

Las estadísticas demuestran que el suicidio es mucho más frecuente de lo que podemos sospechar. Es la primera causa de muerte violenta en el mundo, muy por encima del homicidio o incluso los accidentes de tráfico. Cada día se suicidan 2.233 personas en el mundo, 1 cada 40 segundos, por tanto una media de un millón de personas al año; por el contrario, cada día se cometen 1.424 homicidios, 1 cada minuto, y hay 849 muertos por conflicto armado, 35 cada hora. En España hay 3.500 personas que se suicidan cada año, frente a 400 homicidios y 6.000 muertos por accidente de tráfico.

Y todavía hay más datos que responden a su pregunta: por cada suicidio consumado, hay 30 intentos de suicidios fracasados. Es decir, que por cada persona que muere, hay 30 que han intentado morir. Si en España tenemos 3.500 suicidas al año, tenemos a unas 100.000 personas que lo intentan durante ese mismo periodo de tiempo. Es una cifra escalofriante que hace pensar que sí, que estamos rodeados de depresivos y suicidas en potencia. Además, según las estadísticas, de esas 100.000 personas, un 12% habrán logrado suicidarse en el plazo de diez años respecto a su primer intento, y una de cada tres volverá a intentarlo en breve. Hablando con claridad: el suicidio es la gran epidemia del siglo XXI.

6.- ¿Cuánto de crítica social, pero también de confesión, de ficción y de realidad, hay en su novela?

Lógicamente, esta es una pregunta trampa. Entiendo que mis nueve años dedicándome a abordar el tema de la muerte desde distintas ópticas pueda hacerme parecer un escritor algo macabro. Pero mi condición de escritor me permite tomar distancia con los temas más oscuros del alma humana.
Hace poco leí una declaración del escritor Haruki Murakami. Decía que su condición de escritor le
permitía descender hasta el subconsciente y regresar al exterior sin problemas. Estoy absolutamente de acuerdo con estas palabras.

7.- ¿De qué temas, piensa, no queremos hablar nunca las personas? ¿Son esos temas, precisamente, sobre los cuáles le interesa hablar?

Las personas no quieren hablar de la muerte y, claro, un día llega la muerte y nadie está preparado para recibirla. Si habláramos abiertamente de ese tema, la aceptaríamos con más naturalidad.

8.- Al abordar temas como la muerte, la soledad o la locura en tus libros, ¿cuál piensa que es el terreno del cual se debería encargar la literatura –la suya al menos- en estos días?

No tengo ninguna idea concreta sobre cómo debe ser la literatura o, mejor dicho, creo que la literatura debe abordar absolutamente todos los temas, desde los más absurdos hasta los más serios. Por eso respecto a los autores de todas las cuerdas: literatura negra, literatura pop, literatura posthumana, literatura ciberpunk.... Sin embargo, creo que hay una literatura que debería de ser más tratada y que, sin embargo, abordan muy pocos autores españoles de mi generación. Esa literatura estaría cercana a lo que hace cincuenta años llamaban ‘literatura del compromiso’. Me refiero a una literatura que pretenda afectar a la realidad, que cree debate, que aborde cuestiones de las que la prensa no se hace eco de un modo sincero. Creo que los autores de mi generación se inclinan hacia ciertas corrientes estéticas o experimentales de enorme interés metaliterario, pero de poco interés para los lectores normales y corrientes. Mi interés está en la gente de la calle, no en la gente de mi círculo laboral.

9.- David Foster Wallace escribió que la literatura debía cumplir con la misión de perturbar a quienes están en paz y ofrecerle consuelo a quienes la han perdido. ¿Comparte esa visión?

Suscribo totalmente esta idea de la literatura. De hecho, puedo afirmar sin ningún tipo de pudor que toda mi obra de ficción se basa en esa idea: perturbar a quienes están en paz y ofrecer consuelo a los que perdieron la paz. En este sentido, ‘Los bosques de Upsala’ pretende dar una explicación a los familiares de los suicidas. Durante la investigación de este libro hablé con muchas personas que habían perdido a familiares por culpa del suicidio. El sentimiento de abandono de estos parientes es extraordinario. Existe un tabú enorme respecto al tema del suicidio, un tabú que hace que la gente que perdió a familiares por culpa del suicidio no pueda en algunos casos ni mencionar la palabra suicidio.

He conocido a gente que no puede mencionar esa palabra porque tienen un bloqueo mental al respecto y porque les avergüenza reconocer que tienen un suicida en su familia. Mi trabajo pretende rendir homenaje a cuantas familias sufren en su seno ese problema. Y, por el otro lado, también quiero ‘perturbar a quienes están en paz’, es decir, explicar a la gente que hay una gran parte de la población que tiene pensamientos suicidas o que sufre las consecuencias de esos pensamientos en sus familiares.

Quiero que la gente se entere de eso y que, de una vez por todas, exijan al gobierno que tome cartas en el asunto. Porque el suicidio tiene tratamiento médico. Si el gobierno hiciera campañas al respecto, campañas tan severas como la que se está haciendo contra los accidentes de tráfico, el 95 por ciento de las personas con pensamientos autolesivos dejarían de tenerlos.

10.- ¿Qué dirección piensa tomar a partir de ahora en tu narrativa?

Lo cierto es que tengo muchas ganas de abandonar el tema de la muerte, al menos de un modo directo. Quiero decir que deseo alejarme de los personajes que tengan un contacto muy directo con la muerte, bien sea porque trabajan en oficios vinculados con la misma, bien sea porque piensan continuamente en ella. Fíjese que las tres novelas de la ‘Trilogía de la muerte urbana’ están escritas en primera persona. Esto significa que, durante nueve años, he tratado de ponerme en la piel de personas que no hacen más que pensar en la muerte. Este ejercicio ha sido en parte doloroso, aun cuando no me haya afectado de un modo especial. En ese sentido, me hago propias las palabras de Thomas Bernhard: ‘No pienso en absoluto en la muerte, pero la muerte piensa constantemente en mí’. Ahora, nueve años después de haber iniciado este proyecto, quiero mirar la vida desde otra perspectiva. Por eso estoy empezando atorcer la mirada hacia la guerra. Sé que puede parecer que escribir sobre la guerra es escribir, de nuevo, sobre la muerte. Pero no es cierto. En la guerra se extreman todas las emociones, desde las positivas (amor, amistad, honor) a las negativas (destrucción, dolor, de nuevo muerte).


1 comentario:

  1. Hola, me ha fascinado el libro..lo he leído del tirón durante toda la tarde, y me he reído, he llorado, se me ha atragantado el aire que respiraba, en fin todo un cúmulo de sensaciones, que me ha deparado la lectura del libro Los bosques de Upsala. Llegué a él, porque aparecía en una de estas listas donde la gente comenta los que le han parecido los mejores libros. Fascinado me he quedado con Colomer. Ahora con ganas de leer los dos libros anteriores que cierran la trilogía.

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